El pasado fin de semana dió comienzo el curso universitario. Durante
un par de días la ciudad se ha transformado en un hervidero de familias
acompañando a uno de sus miembros a su correspondiente college, cargados de
maletas y todo tipo de cosas necesarias para la vida. Es su momento de abandonar el nido familiar para estudiar en la prestigiosa Universidad de
Oxford. Se han sucedido muchos actos, música de campanas, vaivén de togas y
trajes de etiqueta, pero el mayor vaivén pudo observarse a la noche cuando los
participantes de la celebración regresaban a sus hogares empapados de bebidas
espirituosas.
Se podría decir que la Universidad de Oxford es una universidad colegiada. Su
organización está basada en los colleges, que son comunidades académicas donde
los alumnos residen, tienen sus tutores, estudian en la biblioteca, etc. Es
decir, viven en los colleges aunque las clases las toman en las facultades. Los
colleges tienen todo lo necesario para la vida del alumno aunque existe la opción de residir fuera de ellos. Eso sí, es
necesario estar adscrito en un college (aunque no vivas en él) para poder estudiar en la
universidad. Algunos de los colleges están asociados a un área del conocimiento
o sus baremos de selección contienen alguna condición especial. Por ejemplo el Blackfriars, de origen dominico, acoge a alumnos de teología, filosofía y otras
ciencias sociales mientras que el Harris Manchester acepta exclusivamente
alumnos de más de 21 años. Otros sin embargo se caracterizan por su diversidad,
como el Hertford, que presume de igualdad de género y de equilibrio entre
alumnos de artes y ciencias.
Existen casi cuarenta colleges que son los responsables de
gran parte del significado y personalidad de esta ciudad. Modelan su anatomía
desde el punto de vista arquitectónico, regulan la intensa actividad
universitaria y son el principal reclamo turístico de Oxford.
Padres cargados de todo lo necesario para acomodar a su hija en el Christ Church.
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