Así que una vez comprada la nada económica entrada y los billetes de tren, el pasado domingo me dirigí a Cardiff para conocer como es una ciudad volcada con un equipo deportivo. No os puedo describir como se vive el rugby allí. No me refiero a los aledaños del estadio los momentos previos al choque, me refiero a toda la mañana previa en que el 80% de los ciudadanos vestían el rojo dragón , se empotraban en los pubs y abarrotaban el fanzone cercano al estadio. He visto mucha pasión deportiva en muchos recintos deportivos, pero el amor tranquilo, incondicional y eterno de Gales y el rugby es un sentimiento muy arraigado y profundo.
La forma de vivir el partido también es distinta. No es una afición que se pase todo el partido cantando o animando. Es una afición respetuosa (ni un insulto o mala palabra hacia el arbitro o equipo rival, esto es rugby) que empuja al equipo en cada melé y en cada carrera hasta que dejan el melón en la zona de ensayo (8 veces lo hicieron los dragones). Creo que con ese empuje podrían mover un camión averiado sin tocarlo. Me daban ganas de ponerme a correr a mí y todo.
Además de mi experiencia personal en Cardiff, lo que llevamos de mundial nos ha deparado las victorias de algunos de los favoritos, como Francia o Inglaterra, y lo que los expertos han denominado la mayor sorpresa de la historia de los mundiales: la victoria in extremis de Japón sobre Sudáfrica, os recomiendo ver el vídeo.
A lo largo de la semana colgaré alguna foto del partido.
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