Ha llegado el momento: hoy nuestros bichos han partido de viaje. Mentiría si dijera que no ha sido el peor momento desde que se inició todo este proceso de cambio de vida y país. No quiero decir que sea peor despedirnos de los gatos, a los que vamos a ver en unos días, que de nuestras familias y amigos, sino que es una situación totalmente diferente porque es la única que no vamos a controlar, que hemos delegado en otras personas.
Así que este mediodía han partido, dando un concierto a tres voces a la altura de los tres tenores. He sentido lástima por el pobre muchacho que va a condurcirles hasta Barcelona y luego a Francia, aunque por su experiencia me ha indicado que así se pasan sólo la primera media hora. Media hora a esos decibelios los hubiese deseado Torquemada para sus asuntos.
Cuando han partido, la casa parecía el desierto de Atacama. Igual de vacío y tranquilo, pero también igual de triste.
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