lunes, 4 de agosto de 2014

Lo que no sirve

Decidir qué te vas a quedar y de qué vas a deshacerte te quita muchas horas y bastante energía nostálgica. Hay cosas que ya no necesitas y otras que quieres mantener por encima de todo. Un ejemplo de algo que quiero guardar: mi colección de monedas. Un ejemplo de algo prescindible: una nómina. Ya no tengo coche, ya no tenemos muebles y desde hace tiempo no tengo nómina. ¿Para qué voy a querer una nómina en una moneda inestable y poco fiable cuando puedo cobrar en libras, moneda ilustre y reforzada por cientos de años de costumbrismo radical?

Pero en medio de estos dos tipos de cosas existen otro montón que un día fueron importantes en tu vida, aunque los últimos tiempos hayan estado semiolvidadas en el fondo de un armario y que sabes que no volverás a amar como entonces. Una mudanza con espacio limitado te obliga a deshacerte de muchas de estas cosas. Con algunas es sencillo, pero con otras... libros, recuerdos, colecciones inacabadas, películas, música, regalos, etc.


Yo he sido muy drástico. Sin medias tintas. Todo lo que me ha generado un mínimo de duda sobre si quedármelo o no, adiós. En la mayoría de las ocasiones, sin pensármelo demasiado, con un primer vistazo he decidido en que grupo iba. Porque si lo piensas mucho, pierdes el control y empiezan a vencer los recuerdos. Una vez que decides que no vas a quedarte algo, viene elegir su destino: tirar, regalar o vender. Y deja de formar parte (material) de tu vida.


En todo este proceso muchas veces te planteas cuestiones profundas como ¿para qué coño guardaba yo esta mierda? o ¿de verdad he salido a la calle con esto puesto? Preguntas de este estilo que te llevan a una conclusión: fueses como fueses antes, ya no eres así.


Sobre el proceso de vender cosas de segunda mano, os ilustraré otro día.

1 comentario:

  1. Esa coleccion es sagrada. Las monedas no se tocan. Crean vinculos (y no me refiero solo a los financieros)

    ResponderEliminar